domingo, 12 de febrero de 2012

El Tres, el primero

Para los antiguos griegos, el Uno y el Dos no eran números en el verdadero sentido de la palabra. Siendo tan básicos, tan grandes, no se podían considerar más que como los progenitores de los demás números.

Y sumando Uno y Dos… llega el Tres. A la una, a las dos, y a las… tres. Hay algo entero en el tres, completo en sí mismo, a pesar de su austera simplicidad.

¿Cuántos mechones de pelo necesitas para hacer una trenza que aguante? ¿Cuántas patas tiene que tener un taburete para no caerse?

El Tres no es como el Uno y el Dos, eso está claro. Planteamiento, nudo y desenlace. Rojo, ámbar y verde. Nacer, crecer y morir. El ancho, el alto y el largo. Presente, pasado y futuro.

Aunque nace del Dos, ya que cada número nace de su predecesor y da vida a su sucesor en la serie de números naturales, no comparte su carácter bipolar. El Tres es el prefijo de tribunal: donde haya dos opuestos que no se aclaran, interviene un tercero (en forma de juez neutro) y aporta un cierto equilibrio. Un respiro para la danza de opuestos que es la díada. El fiel de la balanza, que ayuda a relacionarse a los dos platillos, dirimiendo sus diferencias.

Dibuja un redondel y luego otro, formando una vesica piscis. Dibuja otro más a partir de los anteriores. ¿Cómo llegas al triángulo? ¿Hay sólo uno?


Mira el arco de una puerta de iglesia. ¿Dónde está la piedra angular? ¿Ves el triángulo que forman el suelo y los dos lados del arco? Observa como el vértice del triángulo reparte la fuerza en dos partes, equitativamente, permitiendo el equilibrio. Lo mismo hace el sacro con nuestras dos piernas: somos un triángulo andante.


El triángulo tiene un vínculo con el círculo, por pura oposición. Dada una longitud que hará las veces de perímetro, si la disponemos en forma de círculo, tendremos englobada un área máxima. Si formamos con ella un triángulo, tendremos un área mínima. Resulta que son la forma más englobante (la circunferencia) y la menos englobante, la más “comprimida” (el triángulo).

Pruébalo. Coge un hilito y anúdalo. Ponlo de manera que forme una redonda, sobre papel cuadriculado, y cuenta los cuadraditos que contiene.
Ahora pon el hilo anudado en forma de triángulo, y cuenta los cuadraditos de nuevo.
Si dudas de que el círculo sea lo más englobante que existe, prueba cuadrados, rectángulos, pentágonos… hasta convencerte.

El triángulo también tiene mucha fuerza. Un tipo de fuerza “compacta”, que surge de su misma simplicidad, y que permite realizar con él estructuras gigantescas, como las cúpulas de Buckminster Fuller. 

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