domingo, 28 de septiembre de 2025

Si los números del Uno al Diez fuesen una planta (II)

6

Seis: todas las hojas y sus ramas.

Las hojas de la planta, a pleno rendimiento, son capaces de crear más y más tejidos... y más energía. 


El Seis es una vuelta a la Unidad en su redondez, su plenitud, su armonía.


Aun si no pasara nada más, si no llegase a haber flores ni frutos, esa planta podría vivir hasta el fin de sus días.


Le bastaría con la materia y la energía que le procurarían sus hojas y tallos; y con el agua y el mineral que entrarían por sus raíces.


Habría llegado a un cierto nivel de madurez, y dispondría de un cierto margen para sortear períodos de más o menos riego, de más o menos sol.


El Seis es una estructura armónica.




7


Siete: el botón de flor.


La planta decide crear algo nuevo, que le va a permitir relacionarse a otro nivel: la flor.


No le es imprescindible para la vida, pero la necesita si quiere ir un poco más allá de sí misma.


A través de sus flores, la planta se relacionará con otras de su especie, mezclando información, para crear plantas nuevas. Iguales a ella, pero no del todo.


Y de paso, dará de comer a las abejas.


El Siete tiene una cualidad esquiva, inapresable. Puede estar o no estar, y todo sigue funcionando de las dos maneras: esté, o no.


1x2x3x4x5x6x7 da lo mismo que 7x8x9x10. En ambos casos, 5040.


1x2x3x4x5x6 es lo mismo que 8x9x10. En ambos casos, 720.


La primera opción contiene el 7, la segunda opción no. El Siete está en medio de todo pero, si se retira, parece que tampoco pasa nada...


El Siete nos indica el camino hacia lo sutil, lo invisible, lo que que está justo detrás de aquello que percibimos.




8


Ocho: la flor abierta.


La planta abre sus flores: entran el viento y las abejas.


Así consigue que su esencia, la información básica de lo que esa planta es, vuele más allá de ella y se funda con la información de sus iguales, las otras plantas de su especie.


Las abejas se llevan el polen y hacen miel, propóleo y jalea.


Está sucediendo algo diferente. Algo crece y se abre en una nueva dirección. Existe la posibilidad del cambio: de hibridarse, de mutar hacia nuevas formas.


Los hijos son parecidos a sus padres... pero no son sus padres.


El Ocho está lleno y puede repartir. Eleva los procesos a otro nivel de interrelación.



9


Nueve: el fruto verde.


La información que la planta recibió de las demás plantas va a madurar dentro de ella.


Pero eso lleva un tiempo, porque no solo se trata de entremezclar esencias, sino de que esas esencias se transformen en materia viva.


La planta se prepara para traspasar sus límites, creando réplicas que le permitirán expandirse más allá de donde llegan sus ramas, hojas y flores.


Las semillas, minúsculas, empiezan a madurar en el interior de sus frutos.


El Nueve mira al horizonte: la espera necesaria para que se dé una nueva realidad.



10



Diez: el fruto maduro, la nueva semilla.


Los frutos de la planta se diseminan: el viento, o los animales, se los llevan lejos. Dentro del fruto viaja la semilla.

Así el ciclo puede volver a comenzar.


No todas las semillas llegarán a germinar. Por eso, la planta genera frutos de sobra. Así hay más comida para los animales, y mayores probabilidades de que las semillas se repartan y encuentren un buen lugar donde crecer.


La vida reparte vida al mundo, expandiéndose. El Diez es un Uno en expansión. Es el resultado de un ciclo y el principio del siguiente.










viernes, 5 de septiembre de 2025

Si los números del Uno al Diez fuesen una planta (I)


1

Uno: la semilla viva.

El Uno es el Punto, concentrado, tan pequeño que no tiene dimensión.


Aún no ha pasado casi nada, pero en realidad ya ha sucedido Todo, porque...


-El Uno está muy cerca del Cero, y el Cero se toca con el infinito, con las infinitas posibilidades, con el Todo.


-La semilla no aparece sin más: viene de un ciclo anterior. Lleva la memoria de todo lo que sucedió antes de ella, y la potencia de todo lo que puede pasar después.


-La vida latente ya ha decidido comenzar (¡por el Uno!), ha notado que las condiciones son suficientemente propicias, y va a aprovecharlas. Dejará que estas condiciones le influyan y, a su vez, se manifestará en ellas, en el mundo.


El Uno va hacia el Diez, va a por todas y a por el Todo. Crecerá, florecerá, y dará nuevos frutos, con nuevas semillas.


El Uno nos trae una energía centrada, englobante, y que nos ayuda a movernos en los ciclos de la vida.



2


Dos: la raíz.


El Dos es la Línea, que va de un lugar a otro.


En este caso, las raíces van... hacia abajo. Buscan el Agua: el elemento que tiende a caer, a arrellanarse en la parte profunda, dejándose llevar hacia lo más bajo, lo más oscuro. 


La raíz absorbe el Agua, y ésta le explica los secretos del peso. Pesando, las raíces se hunden en la Tierra.


Las raíces son también los nervios de las plantas. A través de ellas se comunican unas con las otras, sin que nadie las vea.


El Dos nos ayuda a entrar en relación con otro.


Nos hace diferenciar entre arriba y abajo, entre lo primero y lo que viene después.



3


Tres: el tallo.


El Tres es el contrapeso que equilibra.


Después de ir hacia abajo con el Dos, la planta decide que también crecerá hacia arriba. 


El Tres es un número de fuerza. Se necesita empuje para no dejarse caer, para desmarcarse del movimiento descendente del Agua.


En cambio, ahora se trata de aprovechar la nutrición que brindan la Tierra y el Agua para venirse arriba y crecer, justamente, en sentido contrario.


El Tres le dice a lo denso, a lo que baja: ya sé que pesas, pero es posible hacer otra cosa. 


Aún no veo luz, pero sé que la habrá. Atravieso la Tierra buscando el Aire y el Fuego: esa brisa, ese rayo de sol.


El Tres nos aprieta y, con esa contención, encontramos un equilibrio.


Muchas veces, se consigue resolver un dilema y salir de la dicotomía cuando entra un nuevo factor en juego.


El Tres reparte las fuerzas introduciendo nuevas posibilidades.


4


Cuatro: el brote.


El tallo sigue creciendo hacia arriba y sale de los dominios del Agua y la Tierra, los elementos pesados, para entrar en otro espacio, donde hay Aire y Fuego.


El Aire son esos gases que intercambiará con los otros seres que viven allí: el oxígeno, el dióxido de carbono, el agua en estado de vapor.


El Fuego es la luz del sol. En cuanto sale afuera, el brote empieza a orientarse según el recorrido de la luz. Se convierte en un eje vertical, un menhir, un gnomon, que marca los puntos cardinales, solsticios y equinoccios.


Ahora que ya conoce a los Cuatro elementos, también conocerá las Cuatro esquinas del mundo:


-el Norte, la más oscura;

-el Sur, la más luminosa;

-el Este, por donde la luz crece;

-el Oeste, por donde la luz mengua.


El Cuatro es un encuadre básico.



5


Cinco: las primeras hojas.

La planta empieza a desplegarse. 

El Agua le da los líquidos. La Tierra le da el mineral. El Aire le da los gases. El Fuego le da la luz.

Siempre hay más vida ayudándola, la planta no está sola. 

Cerca de sus raíces, pequeños seres la ayudan a nutrirse.

Otras plantas la resguardan del sol, o hacen que tenga que retorcerse para acceder a la luz.

Los animales abonan la Tierra que la sustenta.

El viento la mece y la dobla.

La planta respira, absorbe la luz, hace la fotosíntesis, genera más hojas... se relaciona, se despliega, se adapta.

El Cinco es flexible y está muy vivo.







La unidad y el toroide

El Uno se puede representar con un punto. O con una circunferencia y su círculo correspondiente. O con una rueda (una redonda en movimiento). 

También, a mi entender, se puede representar si divido una circunferencia en más de doce trozos, especialmente si se trata de un número par.

Hasta doce partes, pensamos: un reloj.

Si es un número impar de partes y no muy elevado, pongamos, menos de veinte, notaremos que hay una asimetría. Que arriba de todo, por ejemplo, queda una punta del polígono, pero que abajo de todo quedan dos. Es lo que mismo que pasa con este Once.


Pero si son más de doce partes, empieza a costar más saber, de un vistazo, cuántas son exactamente.  ¿Son dieciocho? ¿Veinticuatro? ¿Dieciséis? Hay que ponerse a contar.





Una vez, alguien me dijo que le gustaban estos dibujos porque no sabía dibujarlos. Me pareció divertido porque, precisamente, no son complicados de trazar. 

Lo que puede ocurrir cuando vemos muchas cosas al mismo tiempo es que nos apetecería entender cómo se crearon, cuál es la lógica que subyace a ese conjunto. 

Está claro que esa lógica existe, pero no es obvia: los árboles no dejan ver el bosque. Hay muchas líneas, y no queda claro de dónde salen.

Aquí están las instrucciones para dibujar este tipo de diseños.