martes, 18 de marzo de 2014

El Ocho nunca dejará de sorprenderme

Pintando el Ocho, pintando octógonos y estrellas octogonales, no cesan las sorpresas.

El Ocho es un número tremendamente auspicioso. El octógono trae suerte. Los orientales lo saben, los occidentales hemos preferido al Siete, más secreto y rebuscado: probad con el Ocho también, no os decepcionará, es más "recto" que el Siete.


En su versión estrellada, da el esquema de "la respiración del compasivo", que ayuda... adivinad: pues sí, a respirar. Notadlo en la respiración pulmonar, incluso en el bombeo del líquido cefalorraquídeo.

Tiene relación con las Ocho direcciones de la brújula, norte, sur, este, oeste y sus intermedios. En este caso, potencia el centro.

Es como un rellano en la escalera, cuando vas subiendo y necesitas un pequeño descanso (¡un respiro!) antes de seguir hacia arriba. Impulsa el crecimiento sostenido.

El Ocho está presente en el movimiento de las órbitas de Mercurio (respecto de la Tierra) y de Saturno (respecto del Sol). Si dibujamos una circunferencia con una estrella octogonal verdadera en su interior, y le inscribimos otra circunferencia en el octógono central, la circunferencia externa representa la trayectoria terrestre, y la interna la mercuriana, con un 99.9% de precisión. Igualmente, una estrella octogonal cuyo centro es el Sol tendrá como órbita de Saturno una circunferencia inscrita en sus puntas exteriores, si tomamos las puntas interiores de la estrella como la órbita de Júpiter, y el centro como el Sol.


Son los planetas más lejanos a nosotros que se pueden ver a simple vista: Mercurio el más cercano al Sol en su trayectoria, Saturno mucho más lejano. Quienes sepan astrología, o astronomía, y no me cuento entre ellos, entenderán mejor lo que implica ese espacio entre Saturno y Mercurio. Saturno es pesado, lento y limitante. Mercurio, por contra, dicen que tiene un movimiento bastante rápido de traslación, y una rotación que hace que el Sol salga y se medio esconda varias veces en un día, ¡divertidísimo! Lo que vemos los humanos se puede enmarcar entre Mercurio y Saturno...



La otra gran propiedad del Ocho es su relación con la resonancia. No resuena lo distinto, resuena lo igual: para que haya resonancia, debe haber identidad. La octava musical es el ejemplo clásico de esta verdad. Matemáticamente, el Ocho vuelve al uno con facilidad: 8 por la mitad es 4, luego 2, luego 1. Ahí está la identidad, el Uno, lo mismo.



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