Se le considera un neoplatónico; también conocía las ideas de Aristóteles. Por quien más se interesó fue… por Pitágoras.
Se sabe poco de su vida, aunque perduran algunas anécdotas sobre su carácter bondadoso y afable.
Una de sus aportaciones fue considerar la materia como algo divino. Los platónicos dividían entre lo imperfecto/material y lo perfecto/ideal. Jámblico no participó de esta división. Eso le honra, en mi opinión.
También consideraba que la mente por sí sola no podía llegar a la trascendencia, o no en todos los casos. Para lograrla, él proponía la teurgia, una forma de magia ritual que facilitaba la ascensión desde la materia hasta planos más elevados.
Jámblico fue transmisor de los conocimientos de los sabios egipcios. De hecho, muchos filósofos griegos bebieron de esas fuentes. Es indudable que los egipcios conocían, por ejemplo, la proporción áurea, ya que aparece a primera vista ¡en las pirámides! Los griegos a menudo se refieren a los sabios egipcios como “los antiguos”.
Jámblico de Calcis conocía la naturaleza de los números, por supuesto. Escribió: “El universo se origina en la mónada, gana movimiento gracias a la díada y vida gracias a la péntada”. También creía que la manifestación completa del universo se daba en la década, el Diez. Hoy los físicos, después de mucho calcular, afirman que nuestro mundo tiene diez dimensiones, de las cuales sólo vemos las tres primeras; las otras siete están dispuestas de tal forma que no alcanzamos a percibirlas.
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