Ya tenemos los cuatro ladrillos básicos, los cuatro elementos, con los cuales construir la realidad. Y ahora, ¿qué?
Desde muy antiguo, se conocen cinco formas que, siendo muy regulares (todas sus caras y aristas son iguales), encajan perfectamente dentro de una esfera. Dado que Platón se ocupó de describirlas, se han venido llamando sólidos platónicos, pero se han encontrado copias en piedra muy anteriores a él.
Cuatro de estas formas corresponderían a los cuatro elementos.
-El tetraedro, el fuego:
Cuatro caras triangulares. La mínima expresión de la forma tridimensional: mínimo número de caras, caras con área mínima, mínimo volumen. Tiene forma de llama de vela, es el fuego de la intuición.
-El octaedro, el aire:
Una doble pirámide: ocho caras triangulares. El aire siempre se identifica con la mente, que viene y va, que no se detiene nunca… Y que, en el Tarot, se representa como una espada de doble filo.
-El icosaedro, el agua:
El poliedro (de los sólidos platónicos) más cercano a la esfera, más “redondo”. Veinte caras triangulares. Es la estructura de la cápside de los virus (la cajita en la que viajan, para repartir su ADN por nuestro organismo y hacer que nos resfriemos). También es una forma relacionada con nuestro planeta, el planeta azul, acuático a pesar de llamarse “la Tierra”.
-El cubo, elemento tierra:
Seis caras cuadradas. Solidez, asentamiento, materia. El sólido más comprensible, más familiar.
-Y el quinto elemento: el dodecaedro, el éter:
Doce caras pentagonales. Nada fácil de dibujar, ni de imaginar, ni de construir. De los cuatro elementos inertes surge, inexplicable, la vida. El despliegue de lo vivo, la autorreplicación de lo vivo, la fuerza de lo vivo. Como esas hierbitas que siempre vuelven a salir entre los adoquines. Es una forma bellísima que encierra el secreto del Cinco, de la proporción áurea, de la espiral logarítmica, de la estrella pentagonal, de todo lo que crece y crece, y volverá a crecer.
Los cinco sólidos platónicos están interrelacionados de forma sorprendente. No hay más: son cinco y punto. (Si queréis algo más de información sobre sus propiedades y correspondencias, podéis ir a http://es.scribd.com/doc/70865609/CUERPOS-GEOMETRICOS).
Hemos de saber que la forma del dodecaedro no era “del dominio público” hace unos siglos. Hoy día podemos buscarla por internet como si fuese lo más natural del mundo, pero no siempre ha sido así. Se consideraba muy poderosa y, por tanto, secreta.
De hecho, un simple pentágono no era algo que cualquiera pudiese dibujar. Se necesita un cierto método, que no es tan obvio como el del cuadrado o el triángulo. Si bien es posible dibujarlo exactamente con compás, regla y lápiz, nadie ha dicho que sea fácil.
La estrella pentagonal, esa que sale en multitud de banderas, era asimismo un símbolo secreto. Malba Tahan explica que los pitagóricos la conocían. Relata la anécdota de cómo un viajero cayó enfermo, y entró en una posada. El posadero lo cuidó lo mejor que pudo pero el viajero, viendo que iba a morir, le dio un dibujo de la estrella pentagonal, diciéndole que lo clavase en su puerta. Mucho tiempo después, otro viajero vio la estrella, pagó la cuenta y dio las gracias al posadero.
Prueba a construir un nudo pentagonal. Coge una tirita de papel y hazle un nudo, como si fuese de cuerda. ¡Saldrá un pentágono!
Busca un método para dibujar un pentágono, a partir del círculo, o a partir del lado. ¿Lo hubieras adivinado sin que te lo explicase alguien?
Los números beben los unos de los otros. Pero, a pesar de que todos están relacionados, existen afinidades, familiaridades, amistades. Obviamente, el Dos y el Cuatro son muy amigos. ¿Y el Cinco? ¿Con qué otros números lo relacionarías?