Esta planta es muy conocida: el ginseng chino, o Ren Shen. Corresponde a "la Tierra de la Tierra".
La Tierra no siempre formó parte de la rueda de los demás elementos, sino que se situaba en el Centro, sustentando a los demás. Sin la Tierra, no puede haber nada más: no habrá un lugar de donde crezca la Madera para alimentar al Fuego, el Metal no tendrá donde concentrarse, el Agua se desparramará en todas direcciones, sin un tope que la contenga.
Hay algo real, sólido y digno de confianza en la Tierra.
La Tierra es un agente de transformación más lento que el Fuego y que el Agua, pero muy efectivo a largo plazo. Es capaz de reciclar, de darle uso, a casi cualquier cosa. De hecho, la intimidad que supone la función digestiva, la incorporación a nuestro organismo de algo que estaba fuera de él, es una forma de alquimia delicada y precisa. "De lo que se come, se cría."
O, según el Yijing 27, "la Nutrición", hay que prestar atención a aquello con lo que nos nutrimos, aquello que pasa por las comisuras de nuestra boca. Y no se refiere solamente al alimento físico, sino a qué parte de nuestra naturaleza estamos potenciando con todo aquello que introducimos en nuestro ser.
Hay una nutrición que nos hace recordar quienes somos, y otra que nos aleja de nuestra naturaleza. El ginseng es capaz de nutrir el Yuan Qi, conectado con nuestra idea primera de lo que íbamos a ser. Nos alimenta de Qi: Pulmón, Bazo y Riñón. Es una raíz que se va redondeando, haciéndose cada vez más larga y ancha a lo largo de los años, recabando más y más nutrientes.
Hace poco, oí a un geómetra muy conocido, Robert Lawlor, explicar cómo veían la nutrición los aborígenes de Australia. Para ellos, desde el momento en que alguien encarnaba y nacía, eso era la prueba irrefutable de que los ancestros ya habían dejado en el mundo, de antemano y por adelantado, toda la comida que ese ser iba a precisar. Esa persona iba a necesitar moverse: no quería decir que todo el alimento estuviese allí mismo. Pero sin duda la comida estaría, en los lugares adecuados, en el tiempo preciso.
Es así: hay algo real, sólido y digno de confianza en la Tierra que nos ve nacer.
La Tierra es el Cinco, en tanto que transformación; y el Diez, por su completitud.
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