viernes, 5 de septiembre de 2025

Si los números del Uno al Diez fuesen una planta (I)


Uno: la semilla viva.

El Uno es el Punto, concentrado, tan pequeño que no tiene dimensión.


Aún no ha pasado casi nada, pero en realidad ya ha sucedido Todo, porque...


-El Uno está muy cerca del Cero, y el Cero se toca con el infinito, con las infinitas posibilidades, con el Todo.


-La semilla no aparece sin más: viene de un ciclo anterior. Lleva la memoria de todo lo que sucedió antes de ella, y la potencia de todo lo que puede pasar después.


-La vida latente ya ha decidido comenzar (¡por el Uno!), ha notado que las condiciones son suficientemente propicias, y va a aprovecharlas. Dejará que estas condiciones le influyan y, a su vez, se manifestará en ellas, en el mundo.


El Uno va hacia el Diez, va a por todas y a por el Todo. Crecerá, florecerá, y dará nuevos frutos, con nuevas semillas.


El Uno nos trae una energía centrada, englobante, y que nos ayuda a movernos en los ciclos de la vida.





Dos: la raíz.


El Dos es la Línea, que va de un lugar a otro.


En este caso, las raíces van... hacia abajo. Buscan el Agua: el elemento que tiende a caer, a arrellanarse en la parte profunda, dejándose llevar hacia lo más bajo, lo más oscuro. 


La raíz absorbe el Agua, y ésta le explica los secretos del peso. Pesando, las raíces se hunden en la Tierra.


Las raíces son también los nervios de las plantas. A través de ellas se comunican unas con las otras, sin que nadie las vea.


El Dos nos ayuda a entrar en relación con otro.


Nos hace diferenciar entre arriba y abajo, entre lo primero y lo que viene después.





Tres: el tallo.


El Tres es el contrapeso que equilibra.


Después de ir hacia abajo con el Dos, la planta decide que también crecerá hacia arriba. 


El Tres es un número de fuerza. Se necesita empuje para no dejarse caer, para desmarcarse del movimiento descendente del Agua.


En cambio, ahora se trata de aprovechar la nutrición que brindan la Tierra y el Agua para venirse arriba y crecer, justamente, en sentido contrario.


El Tres le dice a lo denso, a lo que baja: ya sé que pesas, pero es posible hacer otra cosa. 


Aún no veo luz, pero sé que la habrá. Atravieso la Tierra buscando el Aire y el Fuego: esa brisa, ese rayo de sol.


El Tres nos aprieta y, con esa contención, encontramos un equilibrio.


Muchas veces, se consigue resolver un dilema y salir de la dicotomía cuando entra un nuevo factor en juego.


El Tres reparte las fuerzas introduciendo nuevas posibilidades.



Cuatro: el brote.


El tallo sigue creciendo hacia arriba y sale de los dominios del Agua y la Tierra, los elementos pesados, para entrar en otro espacio, donde hay Aire y Fuego.


El Aire son esos gases que intercambiará con los otros seres que viven allí: el oxígeno, el dióxido de carbono, el agua en estado de vapor.


El Fuego es la luz del sol. En cuanto sale afuera, el brote empieza a orientarse según el recorrido de la luz. Se convierte en un eje vertical, un menhir, un gnomon, que marca los puntos cardinales, solsticios y equinoccios.


Ahora que ya conoce a los Cuatro elementos, también conocerá las Cuatro esquinas del mundo:


-el Norte, la más oscura;

-el Sur, la más luminosa;

-el Este, por donde la luz crece;

-el Oeste, por donde la luz mengua.


El Cuatro es un encuadre básico.




Cinco: las primeras hojas.

La planta empieza a desplegarse. 

El Agua le da los líquidos. La Tierra le da el mineral. El Aire le da los gases. El Fuego le da la luz.

Siempre hay más vida ayudándola, la planta no está sola. 

Cerca de sus raíces, pequeños seres la ayudan a nutrirse.

Otras plantas la resguardan del sol, o hacen que tenga que retorcerse para acceder a la luz.

Los animales abonan la Tierra que la sustenta.

El viento la mece y la dobla.

La planta respira, absorbe la luz, hace la fotosíntesis, genera más hojas... se relaciona, se despliega, se adapta.

El Cinco es flexible y está muy vivo.







La unidad y el toroide

El Uno se puede representar con un punto. O con una circunferencia y su círculo correspondiente. O con una rueda (una redonda en movimiento). 

También, a mi entender, se puede representar si divido una circunferencia en más de doce trozos, especialmente si se trata de un número par.

Hasta doce partes, pensamos: un reloj.

Si es un número impar de partes y no muy elevado, pongamos, menos de veinte, notaremos que hay una asimetría. Que arriba de todo, por ejemplo, queda una punta del polígono, pero que abajo de todo quedan dos. Es lo que mismo que pasa con este Once.


Pero si son más de doce partes, empieza a costar más saber, de un vistazo, cuántas son exactamente.  ¿Son dieciocho? ¿Veinticuatro? ¿Dieciséis? Hay que ponerse a contar.





Una vez, alguien me dijo que le gustaban estos dibujos porque no sabía dibujarlos. Me pareció divertido porque, precisamente, no son complicados de trazar. 

Lo que puede ocurrir cuando vemos muchas cosas al mismo tiempo es que nos apetecería entender cómo se crearon, cuál es la lógica que subyace a ese conjunto. 

Está claro que esa lógica existe, pero no es obvia: los árboles no dejan ver el bosque. Hay muchas líneas, y no queda claro de dónde salen.

Aquí están las instrucciones para dibujar este tipo de diseños. 






sábado, 28 de junio de 2025

Más diseños en Instagram

Es sorprendente cómo dibujar geometría ayuda a sincronizarse con las estaciones. 

Los colores que escojo más fácilmente en invierno son diferentes de los que me piden los diseños ahora, en verano. Supongo que los ocres y grises que entran por los ojos cuando hace más frío se acaban reflejando en los dibujos. Y los tonos del verano, cuando el volumen de luz es más alto, son otros.

Aparecen muchos Cincos en los cambios de estación, o en los momentos en que se necesita apoyo, y energía, para dar un paso más allá. Para cruzar al otro lado.

Al mismo tiempo, en invierno decidí recapitular, volviendo a dibujar muchos de los trazados de la geometría itinerante. De modo que no será extraño que os suenen. 

Nunca quedan del todo igual, aunque lo intente. Están más vivos de lo que parece.

Éstos son los últimos del Instagram @elalmadelosnumeros.


























lunes, 21 de abril de 2025

Aún más diseños para imprimir


Toda forma es también energía. Todo Yin es también Yang, ¡lo lleva implícito! Ved el circulito de Yin en el Yang, la porción de Yang en el Yin. Y de qué forma se transforman el uno en el otro.

Separamos al Yin del Yang porque nos olvidamos del Uno, dándolo por sentado, y nos quedamos embobados mirando el Dos: la alternancia, la oposición. Pero el Yin-Yang está, todo él, dentro de la misma redonda. El Dos vino del Uno.

Separamos la forma de su energía, de su función. ¡Como si se pudieran separar! Hay que ser iluso...

Sabiendo que son la cara y la cruz de la misma moneda, podemos valernos de la geometría como herramienta, como llave.

El Yin es la forma y el Yang es la energía. El Yin es la partícula y el Yang es la onda.

El mejor diseño para mí, en un momento dado, es aquél cuya onda de forma, cuya energía necesito. Es el diseño que me aporta la función que voy buscando. Si obtengo ese Yin, esa forma, accedo al Yang correspondiente.

¿Cómo conseguirlo? ¿Cómo lo hago?

-Coger compás y regla es una buena opción: completo yo misma los trazos. 

-También puedo encontrar un dibujo ya trazado, pero sin color, y elegir cómo colorearlo

-O puedo concentrarme en un diseño que me atraiga, aunque yo no lo haya trazado ni coloreado. Asumo que está completo para mí, y lo empleo tal cual.

Para quienes estén interesados en la segunda opción, que se ha venido llamando "pintar mandalas", dejo aquí algunos diseños sin colorear.

En esta entrada está la explicación de qué es un mandala, y de la diferencia entre solamente colorear o, además, trazar previamente. "Pintar mandalas" es una buena manera de crear geometría sin tener que trazarla. 

Con el color, se toman muchas decisiones:

-¿Qué colores emplearé? ¿Cómo los voy a situar, a combinar? ¿Son cálidos, fríos? ¿Son una escala de grises? ¿Son pastel? ¿Son fosforito? 

-¿Hasta dónde llegará cada color? ¿Unificaré zonas diversas del dibujo, usando el mismo color para todas ellas?

-¿Colorearé fuertemente, cubriendo todo, o se verán los trazos, de manera que se transparente el papel blanco que hay debajo? ¿Haré gradaciones de un color a otro, o habrá un corte limpio y claro entre los distintos tonos?

-¿Usaré rotuladores? ¿De qué grosor? ¿Emplearé colores metalizados? ¿Rotuladores con brillo, de purpurina?

No hay normas. Poco a poco, se van conociendo los materiales y se consigue que el diseño quede como se quería, hasta que se dice: ya. Ya está, es así.

Entonces es cuando se puede usar el dibujo. Se puede mirarlo unos segundos por la mañana (con el auge del Yang, cuando la luz crece) y unos segundos por la tarde (cuando el Yin coge fuerza, y la luz mengua). 

Al cabo del tiempo, y nadie sabe cuánto tiempo será, el dibujo deja de llamarte con su vocecita silenciosa. No te apetece tanto mirarlo, no porque no te guste, sino porque ya lo llevas incorporado. 

Es momento de soltar ese dibujo. Y, quizá, de buscar el siguiente.

Disfrutad personalizando vuestros diseños a través del color, la textura, los brillos.