A veces, cuando muestro las geometrías que dibujo y pinto, alguien me dice: ah, coloreas mandalas.
Sí y no.
Primero: colorear es importante, pero trazar el diseño también. Si solamente coloreo, me estoy perdiendo la mitad: la parte de escoger el número y la geometría que quiero, el acto de trazarla y decidir qué líneas necesito: qué curvas, qué rectas.
Segundo: un mandala es, al menos etimológicamente, una rueda. Las ruedas tienen radios, y simetría radial. Por ejemplo, si una rueda tiene doce radios, puedes girarla doce veces hasta volver al inicio. Y en cada uno de los doce puntos de ese giro, la rueda tiene el mismo aspecto. Si se introducen elementos que no tienen esta simetría radial, entonces no creo que se pueda hablar de mandala. Estos dos diseños no son mandalas:
Por último, hay unas técnicas clásicas para dibujar mandalas. Los pétalos en punta o redondeados, los círculos concéntricos, las líneas rectas seguidas de puntitos... son fruto de las distintas culturas que han usado estos diseños en forma de rueda. Mayormente, desconozco estas técnicas, por lo que no me atrevería jamás a decir que dibujo y pinto mandalas.
Evidentemente, hay diseños que sí se podrían llegar a calificar de mandalas, como éstos:
Más allá de los nombres, la potencia de la geometría existe. Lo interesante, en términos de Aristóteles, ¡es pasar de la potencia al acto! Pasar de la potencia que esa forma lleva implícita, al acto que esa forma propicia: a la función que esa forma incita y apoya.
En potencia, cualquier geometría nos aporta información. Circulamos por el mundo absorbiendo lo que las formas nos comunican. Pero si lo dejamos en un acto inconsciente, pasivo, nos perdemos la posibilidad de crear nuestra propia geometría, nuestra propia información, a voluntad. Nos dejamos in-formar por las formas que nos vamos encontrando, irremediablemente y sin ni siquiera saberlo.
¿Y cómo podríamos aprovechar la geometría a nuestro favor? ¿Cómo utilizar su potencia, actualizándola conscientemente? Pues aquí, lo importante es precisamente la consciencia. Pasar de no enterarse a sí darse cuenta.
Entonces podemos escoger una geometría para que nos ayude a hacer lo que queramos hacer. Da igual dónde la encontremos.
Si no la encontramos, podemos dibujarla y pintarla nosotros mismos. Así nos aseguramos de que hará aquello que necesitamos. Cuando usamos la mano para este propósito, también usamos el corazón y la mente. Es la tríada alquímica del mercurio, el azufre y la sal: arriba, en medio y abajo. No es una actividad menor.
Y, volviendo al principio, no es lo que mucha gente entiende por colorear mandalas para olvidar el estrés.
Por favor, démosle a la geometría el lugar que le pertenece. Usémosla para comunicar arriba y abajo, para recrear la belleza, para experimentar la verdad de cada forma y de sus funciones asociadas.
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