Uno: la semilla viva.
El Uno es el Punto, concentrado, tan pequeño que no tiene dimensión.
Aún no ha pasado casi nada, pero en realidad ya ha sucedido Todo, porque...
-El Uno está muy cerca del Cero, y el Cero se toca con el infinito, con las infinitas posibilidades, con el Todo.
-La semilla no aparece sin más: viene de un ciclo anterior. Lleva la memoria de todo lo que sucedió antes de ella, y la potencia de todo lo que puede pasar después.
-La vida latente ya ha decidido comenzar (¡por el Uno!), ha notado que las condiciones son suficientemente propicias, y va a aprovecharlas. Dejará que estas condiciones le influyan y, a su vez, se manifestará en ellas, en el mundo.
El Uno va hacia el Diez, va a por todas y a por el Todo. Crecerá, florecerá, y dará nuevos frutos, con nuevas semillas.
El Uno nos trae una energía centrada, englobante, y que nos ayuda a movernos en los ciclos de la vida.
Dos: la raíz.
El Dos es la Línea, que va de un lugar a otro.
En este caso, las raíces van... hacia abajo. Buscan el Agua: el elemento que tiende a caer, a arrellanarse en la parte profunda, dejándose llevar hacia lo más bajo, lo más oscuro.
La raíz absorbe el Agua, y ésta le explica los secretos del peso. Pesando, las raíces se hunden en la Tierra.
Las raíces son también los nervios de las plantas. A través de ellas se comunican unas con las otras, sin que nadie las vea.
El Dos nos ayuda a entrar en relación con otro.
Nos hace diferenciar entre arriba y abajo, entre lo primero y lo que viene después.
Tres: el tallo.
El Tres es el contrapeso que equilibra.
Después de ir hacia abajo con el Dos, la planta decide que también crecerá hacia arriba.
El Tres es un número de fuerza. Se necesita empuje para no dejarse caer, para desmarcarse del movimiento descendente del Agua.
En cambio, ahora se trata de aprovechar la nutrición que brindan la Tierra y el Agua para venirse arriba y crecer, justamente, en sentido contrario.
El Tres le dice a lo denso, a lo que baja: ya sé que pesas, pero es posible hacer otra cosa.
Aún no veo luz, pero sé que la habrá. Atravieso la Tierra buscando el Aire y el Fuego: esa brisa, ese rayo de sol.
El Tres nos aprieta y, con esa contención, encontramos un equilibrio.
Muchas veces, se consigue resolver un dilema y salir de la dicotomía cuando entra un nuevo factor en juego.
El Tres reparte las fuerzas introduciendo nuevas posibilidades.
Cuatro: el brote.
El tallo sigue creciendo hacia arriba y sale de los dominios del Agua y la Tierra, los elementos pesados, para entrar en otro espacio, donde hay Aire y Fuego.
El Aire son esos gases que intercambiará con los otros seres que viven allí: el oxígeno, el dióxido de carbono, el agua en estado de vapor.
El Fuego es la luz del sol. En cuanto sale afuera, el brote empieza a orientarse según el recorrido de la luz. Se convierte en un eje vertical, un menhir, un gnomon, que marca los puntos cardinales, solsticios y equinoccios.
Ahora que ya conoce a los Cuatro elementos, también conocerá las Cuatro esquinas del mundo:
-el Norte, la más oscura;
-el Sur, la más luminosa;
-el Este, por donde la luz crece;
-el Oeste, por donde la luz mengua.
El Cuatro es un encuadre básico.
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