Hay un montón de formas de entender cada número. Pero no son maneras cualesquiera, son las que son.
No le pidáis a un Cuatro que os haga de Cinco. No lo hará.
Sí que podéis pedirle a un Seis que os aporte algunas funciones del Tres, porque el Tres es parte del Seis.
A quien podéis pedirle absolutamente cualquier cosa es al Uno. Pero ¿cómo os la dará? Pues en forma de Uno. Es decir, haciendo hincapié en el centro, la integridad y la ciclicidad.
No os dirá "ve al límite de tus percepciones y tus capacidades", como el Nueve, ni os dirá "saca tu energía y ponla en movimiento para que se expanda", como el Cinco.
Al Uno todo eso no le supone ningún problema. Pero... al contener en sí todo el camino, no necesita recorrerlo. ¡Ya se lo sabe! Al principio, todo es Uno. Al final, todo es una vuelta al Uno.
Copio aquí los diseños que he ido colgando en la red de Instagram, y les añado más explicaciones posibles, sin perjuicio ni menoscabo de las que puse allí, ni de las que cada cual les pueda dar.
Este Tres lo escogió alguien que tenía ante sí una elección: necesitaba decidirse entre diversas opciones. La fuerza, el equilibrio y la contención del Tres le ayudaron a concretar.
Este Nueve juega con el concepto de ciclo y de espiral. Los dos círculos más pequeñitos aluden al Dos, así como el hecho de que es una redonda partida por la mitad. En horizontal, sirve para relacionarse en igualdad, para potenciar el equilibrio entre dar y recibir. Si se gira un cuarto de circunferencia, la línea de Nueve redonditas queda en vertical: en ese caso, la relación que se potencia es entre "arriba" y "abajo". Primero está "arriba", y luego "abajo". Al principio nos hemos de fijar en las cosas, y después las automatizamos hasta que nos salen solas.
Este Ocho es una escalera donde, cada tantos peldaños, se puede disfrutar de lo que se ha conseguido hasta ese momento. Invita a seguir subiendo, pero también a contemplar la cosecha recolectada. Hay también un Cuatro, bastante marcado, que estabiliza el movimiento.
El Cuatro sirve para guardar en el granero el alimento, la energía, la luz (al final todo es lo mismo, solo que a diferentes niveles). Sirve para esperar el invierno, mientras vemos caer las hojas ocres y rojizas de las ramas de árboles y arbustos. Es autocontenido y defensivo, en el mejor sentido. Lo dibujé por las fechas de Samaín, festividad celta que corresponde a principios de noviembre. El calendario celta, como el chino, identifica y prepara las estaciones antes de los solsticios y equinoccios. Este diseño ayuda a quien quiera prepararse, estar bien provisto y disponer de luz y calor de sobra... en cualquier momento del año.
Este Siete sirvió para tener más memoria de los sueños. A veces, cuando nos despertamos, sentimos que se nos escapa información de la que disponíamos cuando estábamos soñando, que perdemos una conexión que estaba ahí. El Siete abre las puertas entre los mundos tangibles y esas realidades que no podemos apresar con las manos, pero que están.
Este Cinco es a la vez dinámico y asentado. Invita a usar la energía disponible para lo necesario, sin dilapidarla. Pero con alegría, con "brillo", con humor. Alguna energía se pierde, y tampoco pasa nada: siempre existe la posibilidad de generar más.
Este Dieciséis, puntiagudo y suave a la vez, puede servir para sacar y repeler lo que uno no quiere ya, y para conservar e integrar lo que sí. Se lo quedó alguien que estaba en un proceso prolongado de limpieza física.
Este Seis tan redondo me recuerda a una vidriera de iglesia, a uno de esos rosetones por donde la luz se filtra y te regala una experiencia de colores. Colores que casi se pueden comer, que se absorben por los ojos y la piel, pero que también nutren la vivencia interna de cada cual. Lo eligió alguien que estaba disponiéndose a recibir cada vez más, avanzando tanto profesional como personalmente.
Este Yinyang contiene espirales de Seis puntos, hechas a partir de hexágonos. Incorpora así un remolino que ralentiza y concentra el movimiento del centro, prestando más atención al origen.
Que no os engañe la suavidad de este Siete. Lleva un impulso potente para materializar aquello que apenas se nota, pero que está listo para hacerse tangible, para presentarse al mundo. A veces, cuanto más sutil es el trabajo, más fuerte es el influjo que lo empuja hacia el reino de lo creado. En inglés, dicen "easy does it": se consiguen las cosas cuando se hacen con suavidad.
Este Tres se lo quedó alguien que quería equilibrar varios aspectos de su vida profesional. La decisión que tomó es un ejemplo de reconciliación de opuestos: repartir el tiempo entre dos tareas muy diferentes, ambas de alta responsabilidad.
Este Cuatro expresa la oscuridad sin disimularla, y expresa también la luz que surgirá de esa oscuridad. Lo dibujé para el solsticio de invierno, pero sirve para cualquier momento en que parezca que el sol no va a crecer, que se está quedando quieto.
El Cinco se relaciona con Venus, porque el movimiento de este planeta dibuja una flor parecida a ésta, de cinco pétalos, si lo miramos desde la Tierra. Su belleza aporta diplomacia, y elegancia en las emociones y los afectos. El Cinco no se aferra a nada, se adapta a todo, encuentra siempre la manera de seguir creciendo. (Hay una escena en la película La princesa Mononoke que lo ilustra maravillosamente: cuando Lady Eboshi quiere disparar al espíritu del bosque, y éste dirige su mirada al fusil con que ella le apunta; la madera del arma cobra vida y le crecen brotes, ramitas, hojas.)
Este Seis, en forma de "Semilla de Vida" (seis circunferencias alrededor de una séptima que queda en el centro) se coloreó teniendo en cuenta lo curvo, más que lo recto. Pero incorpora muchos rectángulos √3, que son aquellos cuyas diagonales dibujan dos triángulos equiláteros. Esto significa que este diseño, aparte de ser un Seis receptivo y creador de armonía, también tiene marcado el Tres, que da contención y fuerza.
Este Cuatro es un cuadrado "descuadrado": recoge y ordena, pero se da un cierto margen de maniobra, se da permiso para captar los matices.
Este Seis se dibujó para una persona, pero también para un espacio. Tiene algo de escudo de camuflaje, de espejo selectivo. En función de cómo te aproximes a él, te refleja hacia afuera devolviéndote tu propia imagen, o te deja pasar.
Este Seis enfatiza la receptividad y también la correspondencia, el Dos. Así potencia el equilibrio entre dar y recibir, sin perder nunca el propio centro. Se dibujó sobre lienzo, en un formato un poco más grande que los demás diseños, no porque hubiera que resaltar multitud de detalles, que también, sino porque algunas veces... es necesario un objeto más corpóreo, que declare "aquí estoy, me puedes ver". Así es como funciona este Seis, una adaptación de la "Flor de Vida": dieciocho círculos alrededor de un decimonoveno central.
Este Tres incorpora al Uno de manera explícita, porque la forma triangular está hecha de arcos de circunferencia, además de estar parcialmente inscrita en otra circunferencia; y porque el trazo del Tres está estructurado como un nudo celta, en forma cíclica. Las redondas y los ciclos son del Uno. Juntar ambos números hace que, en este diseño, estén presentes tanto la máxima contracción, del Tres, como la máxima expansión, del Uno. Sin embargo, este contraste no lleva a un choque, sino al equilibrio. Los colores también son fríos y cálidos, con preferencia de estos últimos. El conjunto invita a traspasar más allá de los opuestos, a reconciliar los contrarios.
Este Seis lleva el Tres y el Dos muy marcados. Al principio, las líneas del rectángulo √3 y la estrella hexagonal le confieren cierta dureza, pero si lo miras un rato, verás que las curvas lo suavizan. Acaba ganando la dulzura.
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