jueves, 10 de agosto de 2023

Símbolos vivos, y cómo usarlos

La geometría, si se le presta atención, se compone de símbolos vivos.

Un símbolo es algo tangible que remite a algo invisible. Si la realidad nos está velada, y no siempre sabemos interpretar lo que tenemos delante, la geometría nos puede ayudar a entender aquello que hay detrás de lo que vemos.

La naturaleza simbólica de la geometría no es un automatismo. Se da cuando miramos con consciencia. Es como si el hecho de decidir tomar una mirada simbólica activase el trasvase de información entre el símbolo y nosotros.

En esa transacción, el símbolo se llena de vida para nosotros. Y nosotros, desde nuestra atención, desde nuestra concreción, dotamos de vida al símbolo. Es una vía de doble sentido. 

Michael Schneider, en su libro Proportion, habla de cómo se han usado tres formas, tradicionalmente, con el objetivo de expresar geométricamente los arquetipos que sustentan la vida:

-Las proporciones musicales armónicas: lo que es agradable al oído es, igualmente, placentero a la vista. Se usan las formas correspondientes a los intervalos de octava, quinta, cuarta, tercera. Se trata de ratios que usan números enteros.


-Los polígonos regulares: generalmente, dentro de un círculo. Este blog está lleno de ellos. Si uno se acostumbra a verlos, se da cuenta de que están por todas partes.

-Los rectángulos construidos a partir de raíces cuadradas, o teniendo en cuenta la proporción áurea. El resultado son unas formas basadas en números irracionales, que conforman las llamadas "simetrías dinámicas". Estas formas manejan el ritmo, el movimiento y los centros de gravedad de manera distinta a si los hubiésemos dibujado a partir de números enteros.

Por tanto, cuando percibamos cualquiera de estas formas, sabremos que estamos delante de símbolos pensados para sustentar y promover la vida. Nos podemos acercar a ellos con plena confianza.

¿Y qué pasa cuando una geometría no sustenta la vida? Pues que esa armonía, dado que no la encontramos afuera, la tenemos que poner nosotros, sacándola de adentro nuestro. El entorno no nos ayuda, sino que nos "sustrae" energía. Porque, para sustentarnos con integridad en un entorno desorganizado, gastamos más energía de la que sería necesaria. 

En la naturaleza virgen, esto no suele suceder. Si se entra en un bosque antiguo, con cursos de agua, con luz solar... toda nuestra proporción áurea se alegra de poder cantar y moverse al ritmo de la proporción áurea de cada hierba, cada arbusto, cada árbol, cada remolino del agua... Salimos del bosque más vivos; y también habremos reconocido, apreciado y honrado la vida del bosque, sus funciones, sus formas.

Las formas creadas por humanos pueden reflejar esta armonía, basándose en proporciones naturales, armónicas, como los ejemplos que cita Schneider. Es perfectamente factible. Pero si nos conformamos a vivir en estructuras enfermizas, enfermaremos. Si aceptamos relacionarnos con formas que no sustentan la vida, el reflejo de ese espejo que es el "afuera" nos llegará deformado, y no tendremos otro remedio que subsanar ese decalaje con nuestra propia energía.

Busquemos, pues, la manera de relacionarnos con formas armónicas, símbolos vivos de las verdades que hay detrás de cada una de ellas.




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